Unos los llaman fumés. Otros les decimos caldos. En este caso, la gallina estaba congelada y tenía piel. Hirvió en agua del grifo, filtrada al carbón, aromatizada con salvia, perejil, hierbabuena, toronjil, hojas de cebolleta, siete dientes de ajo con piel, una cebolla ecológica troceada en cuatro, una cucharadita de cúrcuma en polvo, sal autorecolectada en charco costero del norte de Tenerife, un puerro, dos chayotas peladas, troceadas y sin pipas, y una rama de apio. Evitó zanahorias, garbanzos en remojo y tomate, que suele utilizar. Para la sopa, sólo el caldo, un poco de carne de pechuga bien troceada, el corazón, los riñones y el hígado, y pasta de sémola de grano duro de trigo producida en Italia.