Te sabes suertudo cuando la buena vecindad te acoge y arropa como a uno de los suyos para que ese exilio laboral tuyo sea lo más llevadero posible. En la isla de Fuerte Aventura (Fuerteventura), esa que sólo cien kilómetros separan del continente africano, en esa digo, tuve la dicharachera dicha de quedar empadronado en Toto, donde los paisanos, esos queridos enterregados míos, se saben un puño, un brazo, una piña. Habré nacido en la muy noble y leal Villa de La Orotava, en Tenerife, pero en el Documento Nacional de Identidad (DNI) reza que de Toto, que soy de Toto. Hasta el día de la Virgen de María Auxiliadora de 2020 (24 de mayo), noche y día, hasta que caduque el DNI, seré de Toto, como <<toto>> el pueblo.
Durante años, fui de la Calle isla de El Hierro, de San Sebastián de La Gomera; y, gracias a doña Fernanda (en paz descanse) en la Sabinosa de la isla del Meridiano tengo derecho a higos; aparte del cariño de Mariquita. Animal de donde pace, en Tenésara (Lanzarote) tengo la dicha de tener al amigo Wilfredo, llave para las puertas de todos los volcanes. Créanme, fuerte suertudo, que hasta los Bolaños de Gran Canaria me brindan su cueva de Artenara. Y a La Palma, puente de plata nos ponen mi sobrino Jorge y su padre…
En la noche y los días pienso en todas esas moradas, y me sé también de Madrid, Barcelona, Sevilla… Y en el terruño (Tenerife) de los hogares de mis padres, tíos, de Rafaela, Flary, Fidela, de la Panzuda en Masca… Y de los barrancos, las playas y los montes.
Pero hoy y hasta el 2020, por favor, déjenme que sea de Toto, el ombligo de Pájara, donde Julay, Francis, Carmelo, Carmela, Pedro y su gente supieron darme cobijo.
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